Una perspectiva bíblica para estos tiempos
por pastor Andrés Casanueva, miembro del directorio de Sociedad Bíblica Chilena.
La familia chilena se enfrenta a problemas externos como la desigualdad y pobreza que conlleva hacinamiento, aumento de horas fuera del hogar en búsqueda del sustento familiar. También la migración hacia zonas donde se buscan mejores opciones de vida, pero donde finalmente un porcentaje grande de familias quedan desprotegidas. La inseguridad ciudadana, así como la inseguridad de un trabajo estable, el consecuente desempleo, solo para mencionar algunos. Pero uno de los factores que más afectan negativamente a la actual familia chilena es la promoción de legislaciones que lesionan la institución de la familia.
También hay una serie de problemas internos que la familia chilena debe enfrentar: el aumento de hogares donde hay un solo padre (ya sea por abandono, separación o divorcio), violencia intrafamiliar, aumento explosivo de divorcios, así como de uniones libres o convivencias, y sobre todo (sin duda la raíz de todo lo anterior) la dramática y profunda pérdida de valores. Se ha demostrado que existe una relación directa entre el deterioro del núcleo familiar y la delincuencia. Un altísimo porcentaje de jóvenes en centros de detención provienen de familias disfuncionales.
Los factores externos e internos inciden en forma evidente en la violencia que se está viviendo actualmente en la sociedad chilena, cuyas muestras más claras son el bulling, la violencia intrafamiliar, el abuso de niños, el abandono de ancianos, las peleas en los estadios, la delincuencia, la drogradicción, el alcoholismo, la conducción prepotente, la corrupción, etc. Es obvio que la protección de la familia no está presente de una manera real en la agenda de seguridad ciudadana.
Frente a esta situación dramática y generalizada, las familias de creyentes no nos vemos exentas de enfrentar las consecuencias de los elementos que he mencionado anteriormente. Peor aun, muchas de ellas son parte de este ambiente de degradación moral con consecuencias sociales en aumento. Y gran parte de ello tiene su explicación natural en una agenda progresista que confía en la bondad del corazón humano, sin Dios. Pero en lo único en que el ser humano ha tenido éxito histórico es en demostrar su fracaso para dirigir su propia vida.
¿Qué hacemos y cómo enfrentamos como cristianos las consecuencias de una agenda progresista que está socavando las bases de nuestra sociedad y de paso hundiendo la institución creada por Dios mismo, que es la familia? Parece que no estamos haciendo mucho, y lo que hacemos no está orientado bíblicamente, sino egoístamente, a la luz de los resultados antes mencionados. Muchas familias que se acercan a la iglesia, lo hacen con variados intereses, pero un porcentaje enorme es por su interés en que Dios les resuelva cuestiones económicas o de éxito en el mundo actual. Así entonces crecen las iglesias más enfocadas en la prosperidad y el exitismo en este mundo, que en un mensaje de auto-negación, servicio y entrega a los demás. Por cierto, este es el mensaje que vemos en la Biblia y el modelado por el mismo Jesús.
Los cristianos fundamentados en la Palabra de Dios, y nacidos de nuevo, tenemos que reconocer que la familia es una institución decisiva en materia de prevención y de influencia hacia el resto de la sociedad, frente a muchos de los males que la aquejan. Claro está, cuando la familia orientada bajo los patrones bíblicos funciona bien, establece y vive códigos éticos nacidos de la voluntad de Dios, imparte valores y establece límites, y es ejemplo de conducta sobre todo al interior del hogar en forma permanente. En otras palabras, cuando como cristianos en el seno del hogar desarrollamos una línea de vida basada en las enseñanzas de la Palabra de Dios, y vivimos una fe sin fingimiento.
Un ejemplo de lo anterior lo vemos en Timoteo, enseñado por su madre Eunice y su abuela Loida, quienes desde el primer momento habían tomado la decisión de no sólo guiar a su nieto e hijo en la enseñanza de las Escrituras (2 Timoteo 3.15), sino además de encaminarlo en el temor de Dios. El nombre Timoteo significa “temeroso de Dios”. La clave para llevar a Timoteo a vivir una fe no fingida es que ellas mismas vivían esa fe sin fingimiento en el seno de su hogar. Más aun, nos dice la Biblia, la fe habitaba en ellas. Esta palabra nos indica que su fe no fue momentánea sino permanente (2 Timoteo 1.5).
¿Somos familias en las que la fe habita en nosotros, que enseñamos las Sagradas Escrituras –más que nuevas revelaciones– y que somos genuinos al interior de nuestro hogar? Bueno, la familia cristiana tiene esta primera gran responsabilidad, tener una fe tan genuina y permanente que indique una línea de vida y que marque a nuestros hijos a tal grado que aun siendo jóvenes, serán la esperanza para la iglesia y para la sociedad, como sin duda lo fue Timoteo.
Pues me viene a la memoria la fe sincera que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madret Eunice, y estoy seguro que habita en ti también.
2 Timoteo 1:5 Reina Valera Contemporánea
Tú desde la niñez has conocido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús
2 Timoteo 3:15 Reina Valera Contemporánea
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