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La traducción de la poesía veterotestamentaria en el contexto del Nuevo Testamento

 

Zogbo, L., & Wendland, E. H. (2000). La poesia del Antiguo Testamento: pautas para su traduccion. (Alfredo Tepox Varela, Trad. y Adaptación).  Sociedades Bíblicas Unidas.
8.1 Introducción
Podemos afirmar, prácticamente sin excepción alguna, que los escritores del NT hicieron amplio uso de los conceptos, imágenes y vocabulario del AT. Siempre que daban algún ejemplo, o que presentaban sus argumentos, los documentos veterotestamentarios estaban presentes en sus labios. Para citar un caso, el autor del evangelio de Mateo estaba convencido de que los principales acontecimientos en la vida de Jesucristo habían sido anunciados previamente en los escritos del AT, y por lo tanto cita a los profetas más de catorce veces, por lo general añadiendo la frase: «Todo esto aconteció para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio de…» También el apóstol Pablo y los otros escritores neotestamentarios citaron el AT en sus escritos para sustentar sus principales puntos de vista teológicos, a saber, el advenimiento del Mesías, el papel que desempeñan los judíos en la historia salvífica, la «inserción» de los gentiles y la justificación por la fe. Abundan los casos en que estas citas provienen de contextos poéticos.
En la traducción de la poesía del AT citada en los escritos neotestamentarios, los traductores del NT debieran aplicar, como regla, los mismos principios que han sido presentados en los primeros siete capítulos de este manual. Sin embargo, deberán notar que, cuando tales pasajes se citan, no aparecen en su contexto original; por lo tanto, habrá que tomar en cuenta varios aspectos. En primer lugar, las citas que aparecen en el NT no son textuales; en segundo lugar, las citas tienen lugar en diferentes circunstancias sociológicas, políticas y teológicas; en tercer lugar, los traductores pueden sentirse tentados a «bautizar» o «cristianizar» los pasajes veterotestamentarios que aparecen en el NT. En este capítulo hablaremos de los problemas que típicamente se presentan al traducir la poesía veterotestamentaria en el contexto del NT.

8.2 Naturaleza de las citas veterotestamentarias
Quienes al traducir el NT tienen que vérselas con citas de textos poéticos veterotestamentarios, de inmediato se topan con un problema: con frecuencia estas «citas» no son textuales. Puesto que el NT fue escrito en griego y no en hebreo, los textos citados no pudieron ser simplemente pasados del hebreo al griego. Durante el periodo de redacción de la literatura neotestamentaria, mucha gente no usaba el texto hebreo sino la versión griega conocida como Septuaginta, de modo que las citas veterotestamentarias no siempre corresponden al texto hebreo sino al de dicha versión griega. Naturalmente, hay varias discrepancias entre los pasajes del AT hebreo y los que aparecen citados en el griego del NT, ya que al traducir no es posible mantener una correspondencia formal, palabra por palabra, entre el texto original y el texto traducido.
Los escritores del NT usaron el AT de dos maneras, por lo menos: o aludían al texto, o lo citaban de manera directa.

8.2.1 Alusiones al Antiguo Testamento
No hay duda de que los escritores del NT conocían bien los escritos veterotestamentarios. Al margen de que su lectura la hayan hecho en hebreo o en griego, los conceptos, las imágenes y el vocabulario del AT dominan su pensamiento y su modo de expresarse. De allí que, al poner por escrito los sucesos narrados en el NT, constantemente hayan aludido al AT. En algunos casos, usan expresiones veterotestamentarias sin realmente citar algún pasaje específico. En Ap abundan las alusiones a lugares geográficos primeramente mencionados en el AT; por ejemplo, se habla del jardín de Edén, de Babilonia y de Jerusalén, y también de varias especias y piedras preciosas. En el Evangelio de Marcos, las palabras que Dios pronuncia desde el cielo, «Tú eres mi Hijo amado, en ti tengo complacencia», nos recuerdan las palabras del Sal 2 y de Is 42. Las palabras mismas de Jesús, tal y como han quedado recogidas en los evangelios, reflejan la misma mentalidad y la manera de expresarse tan característica del AT. Abundan en el NT las alusiones a reconocidas personalidades del AT, como Jonás, Moisés y Abraham. Incluso la frase «Hijo del Hombre», que Cristo usó para referirse a sí mismo, halla sus raíces en el AT. Tales alusiones afectan a toda traducción en relación con determinados términos clave que ocurren en ambos testamentos.

8.2.2 Citas directas del Antiguo Testamento
En el NT encontramos también citas directas del AT, entre las que se hallan múltiples pasajes poéticos. Con frecuencia los autores dejan ver en sus citas el carácter poético del texto citado, y al mismo tiempo identifican la fuente citada mencionando al libro mismo o a su autor:

Entonces se cumplió lo dicho por el profeta Jeremías, cuando dijo…
(Mt 2.17)

Como está escrito en el profeta Isaías… (Mc 1.2)

Pues David dice de él… (Hch 2.25)

Como también en Oseas dice… (Ro 9.25)

Cuando no se menciona el libro o el autor, hay generalmente alguna referencia general que indica la presencia de una cita; por ejemplo, «está escrito», o bien «un profeta»:

Todo esto aconteció para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del profeta… (Mt 1.22)

Como está escrito… (Ro 3.10; 14.11; 15.9; Gl 4.27, etc…)

Alguien testificó en cierto lugar… (Heb 2.6)

Los traductores deben poner cuidado en conservar estas declaraciones introductorias y, de ser posible, usar un formato que indique al lector que está leyendo una cita. (Para mayores detalles en cuanto al formato, véase el capítulo 6.)

8.3 Preservación de términos clave en el material citado
Cuando los escritores neotestamentarios citaban el AT, lo hacían para subrayar algún punto de importancia. Esto significa que la cita puede contener una o dos palabras, o alguna expresión más amplia, que vincule la cita a su contexto inmediato. También puede ser que una o dos palabras del AT introduzcan algún término clave que cobre importancia en el NT. Los traductores del NT deben prestar especial atención a la traducción de tales expresiones. Dicho de otro modo, deberán ajustar sus principios de traducción de equivalencia dinámica y ser más conservadores, y hasta literalistas, a fin de preservar en su traducción esta importante terminología.
Por ejemplo, en el segundo capítulo de Hch se halla una hermosa cita del profeta Joel, en la que se anuncia el derramamiento del Espíritu Santo. Hacia el final de la cita leemos:

19Y (yo) daré prodigios arriba en el cielo
y señales abajo en la tierra,
sangre, fuego y vapor de humo;
20el sol se convertirá en tinieblas
y la luna en sangre,
antes que venga el día del Señor,
grande y glorioso… (Hch 2.19-20)

Como podemos ver, este trozo poético comparte con la poesía hebrea un rasgo común, del que ya hemos hablado en el inciso 3.4.5, y es el cambio de primera persona («yo») en la primera línea a tercera persona («el día del Señor») en la penúltima línea. Los traductores acostumbrados a aplicar los principios de equivalencia dinámica posiblemente verán en este cambio un problema de comprensión para el lector, y con toda probabilidad cambiarán de tercera a primera persona en la penúltima línea, a fin de que al decir «antes que venga mi día» el texto fluya con más naturalidad (inciso 5.5).
Sin embargo, la expresión «el día del Señor» es de gran importancia en el AT y en el mensaje profético; además, en el NT cobra importancia capital (1 Co 5.5, «el día del Señor Jesús»; 1 Ts 5.2, «el día del Señor»; Ap 16.14, «el gran día del Dios Todopoderoso»). Por lo tanto, parece más conveniente traducir este pasaje de manera más conservadora. Una traducción más literal le permite al lector de Hechos estudiar el texto con mayor apego al original, y ver al mismo tiempo las relaciones que éste guarda con su contexto inmediato, lo mismo que con otros libros del Antiguo y del NT. Resulta interesante notar que, en este caso, DHH ha optado por mantener la expresión «el día del Señor», aun cuando generalmente no es una traducción literalista.

8.4 Preservación del vínculo entre cita y texto
Es necesario que los traductores determinen el vínculo o relación que existe entre la cita y el texto. Esto los llevará a decidir qué parte del texto debe traducirse de modo más literal. Por ejemplo, en 1 Co 1.19 el apóstol Pablo cita Is 29.14:

…pues está escrito:
“Destruiré la sabiduría de los sabios
y frustraré la inteligencia de los inteligentes”,

y a continuación notamos que el Apóstol recalca bastante las palabras «sabio» y «sabiduría»:
¿Dónde está el sabio? ¿Dónde está el escriba? ¿Dónde está el que discute asuntos de este mundo? ¿Acaso no ha enloquecido Dios la sabiduría de este mundo? Puesto que el mundo, mediante su sabiduría, no reconoció a Dios a través de las obras que manifiestan su sabiduría…
(1 Co 1.20-21)

También en este caso DHH ha reconocido la importancia de mantener «sabio» y «sabiduría», aun cuando la traducción parezca literalista.
Los traductores deben estudiar detenidamente el contexto en que ocurre cada cita del AT, y determinar qué palabras del AT deben retenerse en el Nuevo. Hasta donde sea posible, la cita debe repetir el texto del AT, a fin de mantener las relaciones literarias y lógicas del pasaje citado.

8.5 Las citas como información previamente conocida
Los traductores deben estar conscientes de que los escritores del NT daban por hecho, cuando citaban el AT, que su auditorio conocía esos textos y los tenía en alta estima. Por tanto, el contenido de los textos citados debe traducirse como información previamente conocida. Cuando el evangelista Mateo cita al profeta Jeremías (Mt 2.18), la mayoría de quienes lo escuchaban, o leían, sabían dónde se localizaba Ramá y quién había sido Raquel:

«Voz fue oída en Ramá,
grande lamentación, lloro y gemido;
Raquel que llora a sus hijos…

El traductor puede informar a sus lectores que Ramá, en la primera línea, era un pueblo, y hasta puede dar a Raquel un título honorífico (en efecto, la traducción al chewa la llama «Madre Raquel»). Lo que no puede ni debe hacer un traductor es dar a sus lectores información histórica de quién fue Raquel, ya que de hacerlo no sólo hará violencia al estilo poético de este pasaje (véase el inciso 5.4.2) sino que insinuará al lector de hoy que el lector de ayer no sabía quién era Raquel. Podemos afirmar que, siempre que un escritor bíblico citaba algún pasaje del AT, tanto él como su auditorio sabían de lo que hablaban.
Cuando se trata de una primera traducción del NT, y los lectores potenciales no tienen mayores conocimientos del AT ni de su contexto histórico, convendrá incluir al pie de página notas informativas que ofrezcan al lector un panorama más amplio de la historia bíblica. Sin embargo, no resulta conveniente ni aceptable explicitar la información latente en las citas del AT, so pretexto de hacer más inteligible la traducción para el lector potencial.
Por otra parte, y aunque probablemente los primeros lectores (u oyentes) del NT sabían que los distintos escritores estaban citando el AT, es un hecho que los lectores de hoy probablemente no lo sepan. Es aquí donde un formato adecuado, además de incluir las referencias cruzadas pertinentes, interviene en favor de los lectores de nuestros días para comunicarles que el material ante sus ojos es una cita de otro documento. Nótese cómo en el pasaje de 1 Co 1.19, citado antes, RV95 no sólo ha sangrado el texto de la cita sino que lo ha enmarcado entre comillas dobles. Si este formato no resulta claro en algún otro idioma, puede usarse otro, siempre y cuando tal formato ayude al lector a identificar el texto como cita de otro texto.
En resumen, la poesía veterotestamentaria debe traducirse en el NT con mucho cuidado. En algunos casos, como ya se ha dicho, será necesario ceñirse más a la forma del original, con tal de mantener las relaciones verbales entre el texto del AT y la cita de éste en el NT. Si la información explícita le hace violencia al texto, o le imprime un carácter artificial, no deberá explicitarse. Toda información adicional, de ser necesaria, podrá incluirse en una nota al pie de página.

8.6 El traductor traduce el texto que tiene ante sí
Ya hemos señalado que, en algunos casos, las citas poéticas que aparecen en el NT no siempre reflejan de manera precisa la forma del texto original. Hemos dicho también que una de las principales razones es que los escritores del NT frecuentemente usaron la versión griega del AT conocida como Septuaginta. No son pocos los traductores que consideran esto un gran dilema: ¿debe traducirse el texto tal y como aparece citado en el NT, o es mejor volverse al original y hacer una traducción más apegada al original hebreo?
En el capítulo 6 se hizo mención de un importante pasaje del AT citado en el Evangelio de Marcos (1.3). Su importancia estriba en que el texto citado no corresponde del todo al texto del AT, ya que Mc relaciona «una voz» con la frase adverbial «en el desierto»:

«Yo envío mi mensajero delante de tu faz,
el cual preparará tu camino delante de ti.
Voz del que clama en el desierto:
«Preparad el camino del Señor.
¡Enderezad sus sendas!»»

Sin embargo, en el original hebreo la frase adverbial «en el desierto» pertenece a la siguiente línea poética, como puede verse en la versión que NVI nos ofrece de Is 40.3:

Una voz proclama:
«Preparen en el desierto
un camino para el Señor;
enderecen en la estepa
un sendero para nuestro Dios.»

No hay duda de que tal diferencia se debe a que la base textual del escritor de Mc fue la versión Septuaginta, y no el texto hebreo.
Desde nuestra perspectiva, podríamos decir que el escritor de Mc citó una traducción que no reflejaba fielmente el original hebreo. Puede ser que la Septuaginta haya traducido estos versos con demasiada libertad, aunque existe la posibilidad, y tal vez la probabilidad, de que la Septuaginta haya usado un texto hebreo ligeramente distinto del que ha llegado a nuestras manos, que es el Texto Masorético. Si tal es el caso, ¿qué debe hacer el traductor? ¿Debe aceptar el texto griego tal y como está, y traducirlo así, o corregirlo con base en su conocimiento del Texto Masorético? Virtualmente todos los estudiosos concuerdan en que debemos respetar la integridad del documento neotestamentario y traducir el griego que ha llegado hasta nosotros, y no tratar de acomodarlo al texto hebreo. Éste es un principio fundamental de traducción, que nos enseña que, como traductores, debemos comunicar fielmente el sentido que el autor quiso dar a su texto.
La importancia de apegarse a tal principio podemos verla en numerosos casos del NT, aunque probablemente el más famoso y controvertido sea el pasaje de Mt 1.22-23:

Todo esto aconteció para que se cumpliera lo que dijo el Señor por medio del profeta:

«Una virgen concebirá y dará a luz un hijo
y le pondrá por nombre Emanuel»…

No son pocos los estudiosos que sugieren que la palabra traducida como «virgen» no tiene un sentido tan estrecho en hebreo, y hasta añaden que, en su contexto original (Is 7.14), la palabra hebrea ‘almah significa simplemente «una joven», sin que el término connote si previamente la joven ha tenido o no relaciones sexuales. Sea como fuere, cuando los traductores de la Septuaginta tradujeron el término hebreo, usaron un término griego que realmente significa «virgen». Partiendo del contexto de Mt 1.20, «lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es», resulta evidente que el evangelista quiso decir «virgen», y no simplemente «joven».
Surge entonces la pregunta: a la luz de los hallazgos de la erudición moderna, ¿debiera traducirse el término griego como «joven», y no como «virgen»? Algunas biblias de estudio (Editorial Caribe, DHH) incluyen una breve nota que explica la diferencia entre los textos hebreo y griego; virtualmente todas las versiones traducen «virgen» en Mt, ya que tal era la intención del autor, y es lo que aquí recomendamos hacer. Debemos traducir lo que quiso decir Mateo, y no lo que quiso decir Isaías.
Un problema poco más complicado lo encontramos en Mt 21.5, donde aún se discute lo que el autor de este evangelio quiso decir al citar al profeta Zacarías (9.9) en relación con la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén:

Decid a la hija de Sión:
«Mira, tu Rey viene a ti,
humilde y montado en una asna,
y en un pollino, hijo de bestia de carga.» (BA)

El principal problema de este pasaje es que implica que Jesús iba montado en dos animales al mismo tiempo, sentido que se refuerza luego de leer el v. 7. En realidad, la versión Septuaginta muestra un gran apego al texto hebreo, pues traduce el texto literalmente; además, traduce la conjunción hebrea vav con la conjunción griega kai, la cual corresponde a la conjunción española «y», que es como BA la ha traducido (véase la cita anterior).
Hoy día, sin embargo, la mayoría de las versiones omite esta conjunción, pues se reconoce que la conjunción hebrea vav funge aquí como vínculo entre dos líneas poéticas paralelas (5.2.2.2). En efecto, resulta evidente que la segunda línea simplemente está recalcando lo dicho en la primera, a la manera del paralelismo sinónimo. Una vez que, sobre esta base, se opta por omitir la conjunción en el texto griego de Zacarías, es posible omitirla en Mt y mantener el principio de que las citas en el NT no deben cambiar el sentido del texto veterotestamentario. Veamos algunas versiones:

RV95 …manso y sentado sobre un asno,
sobre un pollino, hijo de animal de carga…

DHH …humilde, montado en un burro,
en un burrito, cría de una bestia de carga…

NVI …humilde y montado en un burro,
en un burrito, cría de una bestia de carga…

LPD …humilde y montado sobre una asna,
sobre la cría de un animal de carga…

Hay otros casos en que los escritores del NT parecen haber «añadido» algo al texto del AT. En Mt 4.10, por ejemplo, encontramos una cita de Dt 6.13, donde el texto griego dice:

Adorarás al Señor tu Dios, y a él sólo servirás

Al examinar el texto hebreo, lo mismo que el texto griego de la Septuaginta, notamos que la palabra sólo no está allí:

LPD Teme al Señor, tu Dios, sírvelo y jura por su Nombre

Es evidente, sin embargo, que el sentido de esta palabra se halla implícito, como en efecto lo demuestran las siguientes versiones, tres de las cuales suelen seguir muy de cerca el texto original:
BA Temerás sólo al Señor tu Dios; y a El adorarás, y jurarás por su nombre
RV95 A Jehová tu Dios temerás, a él solo (sic) servirás, y por su nombre jurarás

DHH Adoren al Señor su Dios y sírvanle solo (sic) a él, y cuando tengan que hacer un juramento, háganlo solo (sic) en el nombre del Señor
NVI Teme al Señor tu Dios, sírvele solamente a él, y jura sólo en su nombre

De lo anterior podemos concluir que el autor de Mt tradujo el texto de Deuteronomio… ¡conforme a los principios de equivalencia dinámica! Una vez más, debemos insistir en que los traductores deben seguir el texto que tienen ante sus ojos, e incorporar en su traducción la intención del autor, pues sería un craso error omitir del NT el adverbio sólo, y más aún si se omitiera en aras de una malentendida fidelidad al original hebreo.
La cita en Mt 4.10 es un ejemplo de otra área en que resulta difícil para el traductor conciliar las discrepancias entre la poesía veterotestamentaria y el NT. Tiene que ver con los nombres de Dios. Sabemos que en el AT Dios recibe varios nombres, siendo los más comunes Yahveh (Señor) y Elohim (Dios), además de Adonay (Señor). Al pasar las citas veterotestamentarias del hebreo al griego, la distinción entre estos nombres ha quedado neutralizada. En la versión Septuaginta, Yahveh llegó a ser kyrios (Señor), mientras que Adonay y Elohim no sufrieron ningún cambio. Por tanto, en el pasaje ya mencionado Yahveh aparece como Señor. En otras palabras, el nombre Yahveh no aparece en el NT de manera explícita.
A quienes han traducido el AT y se han esforzado por hallar equivalentes aceptables para los distintos nombres de Dios en hebreo, les resulta difícil renunciar a sus soluciones cuando traducen las citas veterotestamentarias que ocurren en el Nuevo. No pueden evitar la tentación de volver a usar sus equivalentes para Yahveh. Sin embargo, es más conveniente que el traductor siga el texto que tiene ante sus ojos (es decir, el texto griego del NT), antes que introducir una distinción ajena al tiempo en que tal documento fue escrito. Bien sabemos que los judíos evitaban pronunciar el nombre Yahveh, incluso cuando leían el texto hebreo, por lo que en su lugar leían Adonay (Señor). Obviamente, quienes en los días del NT usaban la traducción griega del AT decían kyrios (Señor). Sería, pues, erróneo que algún traductor reintrodujera una distinción que ya no funcionaba cuando se escribió el NT. Lo que sí podría hacerse, en caso necesario, sería incluir una nota en la introducción al NT, en la que se explicara cómo se ha traducido Yahveh en las citas veterotestamentarias.

8.7 El traductor no debe «bautizar» al Antiguo Testamento
Otra de las tentaciones que surgen al traducir citas del AT en el Nuevo es la de querer explicitar los argumentos del autor. Los escritores cristianos deliberadamente citaban el AT para señalar los importantes puntos de contacto que veían entre lo dicho por los profetas y lo que ocurría en su propio tiempo; los acontecimientos de la vida y muerte de Jesús, así como su propia experiencia cristiana, les daban una visión nueva de lo que significaban los documentos veterotestamentarios. Las citas del AT tienen como propósito mostrar tales puntos de contacto, pero estos no resultarán tan evidentes si los traductores las «reescriben». Cierto equipo de traductores quiso explicitar el siguiente pasaje de Ro 15.21:

«Aquellos a quienes nunca les fue anunciado acerca de él, verán;
y los que nunca han oído de él, entenderán»

y tradujo el pronombre masculino de tercera persona «él» de la siguiente manera:

«Los que nunca han sabido de Cristo, lo verán».

Es un hecho que el apóstol Pablo, autor de esta carta, estaba pensando en el Mesías, ya que así lo demuestra el v. 20 de ese mismo capítulo: «Y de esta manera me esforcé en predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiera sido anunciado, para no edificar sobre fundamento ajeno». Sin embargo, cuando Pablo citaba al profeta Isaías, trataba de mostrar que entendía este pasaje veterotestamentario como una referencia a Cristo, y que su intención no era «reescribir» el AT sino demostrar el nuevo significado que los escritos veterotestamentarios cobraban a la luz de los acontecimientos de su tiempo. Por lo tanto, cualquier traductor que pretenda «bautizar» éste y otros pasajes del AT estará violentando el estilo y la lógica de Pablo.
Volvemos, pues, a los mismos principios fundamentales que se aplican a la traducción de pasajes veterotestamentarios en el NT: los traductores no deben ajustarlos ni acomodarlos a la manera cristiana de entenderlos, ya que hacerlo así anula del todo su propósito; más bien, deben traducirlos como citas de otro autor.
Para terminar, quisiéramos recomendar a todo traductor del NT que, de ser posible, traduzca el material poético directamente del texto griego, o por lo menos de alguna versión literal, y no volver la mirada a lo hecho en el AT. Una vez realizada su traducción, nada le impedirá comparar lo hecho en ambos testamentos, y tal vez querrá armonizar el vocabulario y las expresiones semejantes en hebreo y en griego. Con todo, debe tener cuidado de mantener las distinciones que —de manera consciente o inconsciente— los escritores neotestamentarios introdujeron en los textos poéticos al momento de citarlos.
Podríamos agregar que los traductores pueden también sentirse tentados a «bautizar» los textos del AT cuando los traducen por primera vez. Puede ser, por ejemplo, que haya quienes, a la luz de su visión integral del texto bíblico, quieran traducir «virgen» en Is 7.14, en vez de seguir el texto hebreo y reflejar su sentido medular, que es «una joven». También puede ocurrir que quieran explicitar en Sal o en Is algunas referencias al Mesías. Debemos decir categóricamente que tal metodología no es nada recomendable. El AT y el NT son dos documentos, cada uno con sus características propias, que recogen otros libros también con características propias, los cuales fueron escritos por diferentes autores en diferentes épocas. Debemos, por tanto, respetar al autor y el marco histórico de cada libro, y traducir cada uno de ellos de la mejor manera posible, sin imponer nuestra propias interpretaciones teológicas.
Ejercicios para repaso y reflexión
1. Comparar la cita en 1 Co 2.16 con su fuente en Is 40.13. ¿Por qué NVI escribe «Señor» en uno de estos pasajes, y en el otro escribe «SEÑOR»? Notese la diferente tipografía y preséntense argumentos al respecto.
2. ¿Hay en las versiones existentes algún caso que evidencie algún intento de «bautizar» al texto? En caso afirmativo, ¿qué podría hacerse para restituirle al texto bíblico su integridad?
3. Estudiar Heb y ver si hay alguna cita veterotestamentaria que difiera de su fuente en el AT. Indicar en qué consiste la diferencia.