Home » Ciencias Bíblicas » Poemas e himnos en la Biblia

Poemas e himnos en la Biblia

Fuente: Batchelor, M. (2000). Abramos la Biblia. Sociedades Bíblicas Unidas.

Salmos • Cantares • Lamentaciones

Quien está feliz quiere cantar; por su parte, una persona enamorada o una que tiene el ánimo por los suelos a menudo encuentra alivio en la poesía. El lenguaje de la poesía y de la canción encuentra eco en momentos de gran alegría o de gran congoja. Habla por todos nosotros en el nivel más profundo.
La Biblia está llena de poesía. Sus destellos aparecen por todas partes, pero también hay libros en particular escritos en forma poética, canciones y poemas del pueblo hebreo.
Poesía hebrea

Una caracteristica de toda la poesía—al igual que la danza—es que sigue ciertas estructuras. Lo que varía de una lengua y una cultura a otra es la forma en que esos diseños se construyen. A menudo se forman con sonidos. Las palabras pueden rimar. O bien el patrón está dado por el ritmo, según el número de acentos en un verso o de los sonidos apareados en las palabras puestas una al lado de la otra. Por supuesto, la poesía no se agota con estas normas. Las palabras son elegidas con gran precisión y se usan imágenes para realzar el significado.
La pauta en la poesía hebrea no depende del ritmo, o del número de «pies» o acentuaciones en cada línea, sino de lo que se llama «rima del pensamiento». Esta forma de hacer poesía se llama «paralelismo». La conjunción de ideas es lo que forma el diseño. La afirmación del primer verso se repite con otras palabras en la línea siguiente. Un ejemplo:

Los cielos cuentan la gloria de Dios
y el firmamento anuncia la obra de sus manos. (Sal 19.1)

A veces una variante de la primera idea aparece en la segunda línea. El versículo siguiente del Salmo 19 dice:

Un día emite palabra a otro día
y una noche a otra noche declara sabiduría. (Sal 19.2)

La idea puede continuar en un tercer verso o aún más, como ocurre luego en este salmo.
Existe otra forma de paralelismo: el segundo verso contrasta con el primero. Por ejemplo:

Los benditos de él heredarán la tierra
y los malditos de él serán destruidos. (Sal 37.22)

En otras ocasiones la segunda línea avanza un paso más, dando culminación:

Ciertamente, el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida,
y en la casa de Jehová moraré por largos días. (Sal 23.6)

De hecho, el paralelismo puede formar estructuras de muchas maneras. La poesía hebrea no está amarrada a un número fijo de pies en un verso, aunque habitualmente el número de acentos tónicos en una línea será pareado por la misma cantidad en la línea siguiente.
Esta clase de poesía tiene dos grandes ventajas. Primero, al ser menos rígida que la rima o el metro, puede ser compuesta más espontáneamente. Tal vez esto explica la frecuencia de explosiones poéticas por toda la Biblia, en la forma de proverbios, impulsos de acción de gracias y súplicas.
La otra ventaja de la poesía hebrea es que cuando se traduce pierde menos que la poesía en otras lenguas. Cuando la poesía depende de la rima o del sonido de las palabras, puede perder mucho de su riqueza en otra lengua. Las «rimas de pensamiento», en cambio, se preservan.
MÚSICA

La Biblia a menudo menciona la música, los músicos y los instrumentos musicales. Contiene un libro entero de canciones religiosas: los Salmos.
La trompeta anunciaba las fiestas y reunía a la gente. El sofar, o cuerno de carnero, llamaba a la gente a la guerra. Las victorias se celebraban cantando y danzando.
El rey David era un músico hábil. Niño aún, encantó al rey Saúl con su destreza en el arpa (kinnor). Y como rey, organizó la música para el templo que construiría su hijo Salomón. Monedas, lámparas, esculturas y mosaicos que muestran instrumentos musicales de épocas primitivas figuran entre los hallazgos de los arqueólogos.
El Libro de los Salmos

A lo largo del tiempo, hombres y mujeres han encontrado consuelo y regocijo en el libro de los Salmos, y lo mismo ocurre hoy. Cualquiera sea el ánimo—sea que el lector rebose alegría o esté completamente abatido y acongojado—habrá un salmo que viene a su encuentro y le sirve de expresión. Toda la gama de emociones humanas está presente en estos poemas nacidos en lo profundo de la experiencia. Los autores de los salmos, sin embargo, no estaban registrando sus alegrías y pesares para conocimiento de todos. Ellos volcaban su corazón delante de Dios. Por eso muchos de los salmos son asimismo oraciones.
Hay salmos que interpretan la emoción de la felicidad, expresada en la alabanza de Dios, como el Salmo 103:

Bendice, alma mía, a Jehová,
y bendiga todo mi ser su santo nombre.
Bendice, alma mía, a Jehová,
y no olvides ninguno de sus beneficios.
Él es quien perdona todas tus maldades,
el que sana todas tus dolencias. (Sal 103.1–3)

Pero también pueden expresar honda desesperación, como las palabras del salmo anterior a este:

Jehová, escucha mi oración
y llegue a ti mi clamor.
No escondas de mí tu rostro
en el día de mi angustia. (Sal 102.1–2)

El autor prosigue describiendo su extrema angustia y sensación de abandono. Bastante a menudo, hacia el fin de un salmo de esta índole se asoma una nota de esperanza. Pero no hay fingimiento, porque los autores no tienen miedo de decirle a Dios exactamente lo que sienten.
En ciertos salmos el autor está muy consciente de su culpa ante Dios. El poema es una súplica de perdón. Así es el Salmo 51, con su ruego:

Conforme a la multitud de tus piedades
borra mis rebeliones.
¡Lávame más y más de mi maldad
y límpiame de mi pecado! (Sal 51.1–2)

A veces el ánimo es más tranquilo. El salmo más amado, Salmo 23, está henchido de tranquila confianza en el buen pastor: Dios provee para las necesidades de su rebaño y lo mantiene a salvo, a través de los terrores de la vida y la muerte.

Jehová es mi pastor, nada me faltará.
En lugares de delicados pastos me hará descansar;
junto a aguas de reposo me pastoreará.
Confortará mi alma.
Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre.
Aunque ande en valle de sombra de muerte,
no temeré mal alguno,
porque tú estarás conmigo;
tu vara y tu cayado me infundirán aliento.
Aderezas mesa delante de mí
en presencia de mis angustiadores;
unges mi cabeza con aceite;
mi copa está rebosando.
Ciertamente, el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida,
y en la casa de Jehová moraré por largos días. (Sal 23)

El salmo más breve desborda gozo y alabanza:

Alabad a Jehová, naciones todas;
pueblos todos, alabadlo,
porque ha engrandecido sobre nosotros su misericordia,
y la fidelidad de Jehová es para siempre.
¡Aleluya. (Sal 117)

El más largo es el Salmo 119. Es también un acróstico, lo que quiere decir que cada estrofa comienza con una letra diferente del alfabeto hebreo, en orden correcto. Todo el salmo se refiere a la palabra y las leyes de Dios, que son la delicia del salmista:

Lámpara es a mis pies tu palabra
y lumbrera a mi camino.
Juré y ratifiqué
que guardaré tus justos juicios …
Te ruego, Jehová, que te sean agradables los sacrificios voluntarios de mi boca
y que me enseñes tus juicios. (Sal 119.105–108)

Algunos de los salmos fueron escritos claramente para el rey y para ocasiones cortesanas. El Salmo 45 es un brillante poema de bodas para un novio real. Otro poema real es el 72, con sus intercesiones por el rey en ejercicio:

Dios, da tus juicios al rey
y tu justicia al hijo del rey.
Él juzgará a tu pueblo con justicia
y a tus afligidos con rectitud. (Sal 72.1–2)

No todos los salmos son, de manera alguna, efusiones de emoción individual. A menudo, como en el Salmo 66, está claro que han sido escritos, o adaptados, para que la comunidad del pueblo de Dios los viva y los cante en común:

¡Bendecid, pueblos, a nuestro Dios,
y haced oir la voz de su alabanza!
Él es quien preservó la vida a nuestra alma
y no permitió que nuestros pies resbalaran. (Sal 66.8–9)

Los Salmos como libro de himnos

Mucha gente cree que los salmos se reunieron en la forma que conocemos para servir como libro de himnos en el templo restaurado, tras el retorno del cautiverio en Babilonia en el año 520 a.C. Se piensa ahora que algunos profetas trabajaban junto a los sacerdotes en el culto del templo, y que algunos de los salmos fueron obra de ellos.
Pero muchos salmos probablemente fueron utilizados por Israel en el culto a Dios en fecha tan antigua como el año 1000 a.C. Algunos eruditos concluyen que la mayoría de los salmos proceden del culto en el templo de Salomón y tal vez también en otros santuarios locales. Tenemos una referencia a un salmo entonado cuando David llevó el arca de la alianza a Jerusalén (2 Samuel 6.5).
Muchos de los temas de los salmos tienen sus raíces en la adoración del templo. El Salmo 118, por ejemplo, describe la preparación de un sacrificio. Otros salmos tienen una pauta de preguntas y respuestas como si estuvieran diseñados para la liturgia, donde la gente canta las respuestas. El Salmo 24 es un buen ejemplo de este tipo de salmo, con sus preguntas:

¿Quién es este Rey de gloria?
y la respuesta:

¡Jehová el fuerte y valiente,
Jehová el poderoso en batalla! …
¡Él es el Rey de gloria! (Sal 24.8,10)

David y los salmos

Los títulos y notas que aparecen al comienzo de un salmo son adiciones posteriores, quizá insertadas cuando los salmos fueron recogidos en colecciones. Muchos de los salmos llevan el nombre de David. En la parte superior aparece la frase: «Salmo de David». Esto también puede traducirse como «Salmo para David», indicando que el poema fue escrito para el rey David o para uno de sus descendientes. El salmo, en ese caso, habría formado parte de una colección perteneciente a la casa real, escrita para el rey que gobernaba en ese momento. Si bien algunos eruditos ponen en tela de juicio la autoría de David, es posible que al menos algunos de los salmos que llevan su nombre fueran escritos por el propio David. Sabemos que era un músico consumado y que organizó la música y el canto para el futuro templo.
Varios salmos llevan encabezamientos que los vinculan con hechos específicos en la vida de David. Algunos estudiosos no ponen mucha fe en estas notas biográficas, pero otros creen que, aunque la referencia hubiera sido puesta por una mano posterior, la tradición es válida. La experiencia de vida de David fue rica y variada; recorrió toda la escala de las emociones humanas. No sería de extrañar que tales experiencias encontraran expresión en muchos salmos.
Los salmos que conocemos

El libro de los Salmos es la mayor colección de poemas en la Biblia. Si bien hablamos de él como un libro, en realidad incluye cinco libros independientes: las secciones comienzan en Salmos 1, 42, 73, 90 y 107, respectivamente. Cada libro termina con una doxología, o breve canción de gloria a Dios. Estas divisiones del libro se remontan por lo menos al siglo II o III a.C.
Probablemente estas cinco colecciones se emplearon separadamente alguna vez, aunque los grupos originales parecen haber sido ampliados luego. Por ejemplo, el Libro 2 termina con las palabras «Aquí terminan las oraciones de David, el hijo de Jesé»; sin embargo, otros salmos suyos aparecen en secciones posteriores.
Hay grupos de salmos con un mismo encabezamiento; por ejemplo, «Salmo de los hijos de Coré». Estos hombres pertenecían a una de las familias de los levitas, algunos de los cuales llegaron a ser cantantes y músicos en el coro del Templo fundado por David.
Otro grupo de salmos, 120 a 134, se titula «Cántico gradual» (de las subidas). La teoría más popular dice que estos salmos eran cantados por peregrinos al hacer el viaje al Templo en tiempos de fiestas.
Hay toda clase de indicaciones al comienzo de distintos salmos; parecen ser instrucciones para los maestros de coro, instrumentistas y cantantes. Algunas probablemente señalan la tonalidad en que debe cantarse el salmo; otros bien pueden contener instrucciones sobre los instrumentos musicales que deben usarse. La palabra más frecuente es selah. Ahora nadie sabe qué quiere decir. Quizás marcaba un cambio en el acompañamiento musical, una pausa en la música, o una indicación a los cantantes para elevar la voz.
Además de alegres cantos, danzas y obras corales, una variedad de instrumentos musicales acompañaban el culto. El Salmo 150 insta a los adoradores:

Alabadlo [a Dios] a son de bocina;
alabadlo con salterio y arpa.
Alabadlo con pandero y danza;
alabadlo con cuerdas y flautas.
Alabadlo con címbalos resonantes … (Sal 150.3–5)

Salmos imprecatorios

Estos salmos constituyen un problema para muchos, porque sin ambages claman venganza y maldiciones sobre los enemigos del salmista. Un ejemplo es el Salmo 137, que implora venganza sobre los países de Edom y Babilonia.
La enseñanza de Jesús, de perdonar a los enemigos, contradice frontalmente aquella actitud, y en consecuencia puede parecer inapropiado hacernos hoy eco de esas palabras. Antes de condenar a los autores, es importante reconocer en estas imprecaciones un grito de justicia. Es apropiado pedir la reivindicación del inocente y la aplicación de la justicia. La misma fuerza del lenguaje empleado sacude a los lectores de su complacencia y expone sin rodeos la realidad del mal. Sigue siendo justificado montar en cólera contra la crueldad y el mal, y estar dispuesto a clamar a gritos en nombre de los que han sido agraviados.
Temas mesiánicos

Intérpretes judíos reconocieron referencias al Mesías—el rey que habría de venir—en ciertos pasajes de los salmos. Un ejemplo puede ser el Salmo 110:

Jehová dijo a mi Señor:
«Siéntate a mi diestra,
hasta que ponga a tus enemigos
por estrado de tus pies». (Sal 110.1)

Algunos eruditos creen que el rey en Israel ocupaba un lugar muy especial como mediador entre Dios y su pueblo; piensan que estas excelsas cualidades se refieren al rey en ejercicio. Sin duda había en primer lugar alguna alusión al rey en ejercicio, pero es razonable pensar que también tenían una significación mesiánica, esperando al ungido de Dios.
Cantar de los Cantares

Cantar de los Cantares expresa el gozo del amor entre hombre y mujer. Los poemas son expresiones francas y apasionadas del amor sexual y su satisfacción.
Lectores judíos y cristianos por igual se han mostrado a veces renuentes a aceptar himnos tan libres al amor humano. En consecuencia, los poemas con frecuencia han sido interpretados como una celebración de la relación entre Dios e Israel o, en tiempos cristianos, entre Cristo y su esposa, la iglesia. Pero no hay verdaderas razones para tratar el libro de tal manera. Tal vez sería mejor aceptarlo al pie de la letra, como un libro en la Biblia que reconoce la sexualidad humana y el amor fiel entre hombre y mujer como parte de la buena creación de Dios.
La iglesia es acusada a menudo por su actitud negativa en cuanto al sexo y sus reparos a la sexualidad humana. La Biblia no hace tal cosa. La relación entre hombre y mujer, incluyendo la unión física, vino antes de la caída (véase capítulo 1). La sexualidad es el buen regalo de Dios, y Cantares nos lo recuerda.
Los poemas mismos están llenos de rica imaginería oriental. Ambos amantes expresan libremente sus sentimientos el uno por el otro. Pese a la cultura de aquel tiempo, no hay indicación alguna de agresión masculina ni de la mujer como víctima. El amor es compartido con igualdad; el varón exclama:

Como el lirio entre los espinos
es mi amada entre las jóvenes.

y ella responde:

Como un manzano entre árboles silvestres
es mi amado entre los jóvenes.
A su sombra deseada me senté
y su fruto fue dulce a mi paladar.
Me llevó a la sala de banquetes
y tendió sobre mí la bandera de su amor. (Cnt 2.2–4)

Si bien el nombre de Salomón se menciona varias veces en los poemas, es probable que no sea el autor. Salomón tenía un enorme harén y una reputación como amante, por lo cual no es extraño encontrar su nombre en el contexto del amor. Es imposible saber con certeza cuándo fue escrito el libro. Quizás se incluyen poemas de diferentes períodos.
Muchos han tratado de descifrar un hilo narrativo en el libro, asignando los parlamentos a diferentes interlocutores. Una teoría sugiere que Salomón quería traer a una simple muchacha campesina a su harén, pero ella estaba enamorada de uno de su misma clase. Pero es casi imposible transformar el libro en un drama convincente o en una secuencia de acontecimientos. Es mucho más fácil aceptarlo como una antología de poemas de amor.
Lamentaciones

El título de este libro, que sigue al de Jeremías en nuestras Biblias, habla por sí mismo. Es un libro de lamentos. El autor derrama su corazón con gran angustia y pena a causa del terrible destino de Jerusalén en manos de sus captores babilónicos en el 587 a.C. Es una vivencia desgarradora leer los cinco poemas que forman este libro. Con todo, miles de refugiados han padecido en la actualidad algunos de los terribles ruidos y escenas de los que el autor fue testigo presencial. Los lactantes mueren de hambre en brazos de sus madres y los niños famélicos desfallecen de inanición en las calles donde jóvenes y viejos yacen muertos.
Es también un retrato aterrador de la crueldad sufrida en manos de un brutal enemigo. Las puertas de la ciudad están enterradas debajo de escombros, y el templo, orgullo y alegría de la nación, está destruido.
La congoja del escritor es más intensa porque comprende la causa de la tragedia. Reconoce que la culpabilidad de la nación acarreó su ruina. Falsos profetas los habían convencido de que todo estaba bien, y dejaron de confesar sus pecados y arrepentirse. No obstante, hasta en el medio de tanta aflicción y desesperación el autor atisba un rayo de esperanza. Porque Dios es un Dios de la alianza, que siempre cumple sus promesas, cabe la esperanza para un Israel arrepentido. El autor afirma con increíble fe y valentía:

Bueno es Jehová a los que en él esperan, al alma que lo busca.
Bueno es esperar en silencio la salvación de Jehová …
por si aún hay esperanza … (Lm 3.25–29)

Lamentaciones y los Escritos

El libro de Lamentaciones pertenece a la sección del Antiguo Testamento que los rabinos judíos llaman los Escritos. Era parte de los cinco rollos que fueron reunidos para ser leídos en una u otra de las fiestas judías. No es de extrañar que Lamentaciones se leyera cada vez que se conmemoraba la destrucción de Jerusalén.
El libro consta de cinco poemas (cinco capítulos en la Biblia). Los primeros cuatro están en forma acróstica. Es un modelo muy complicado, pero una honda emoción suele adaptarse mejor a una estricta disciplina de estilo. Los poemas están escritos en la forma de endechas o cantos fúnebres.
Nadie sabe quién es el autor, aunque la tradición señala a Jeremías. Pero Jeremías ciertamente no se dejó extraviar por los falsos profetas que habían vaticinado prosperidad. Era un auténtico profeta que predijo y previno a la gente sobre la inminente captura de Jerusalén por Babilonia. El autor, quienquiera que fuese, tiene que haber sido un testigo presencial.