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Reflexión de Pascua de Resurrección 2011

MATEO 27: 11-30

Poncio Pilato Procurador de Judea, fue uno de los más destacados actores en el drama del juicio, condenación y muerte del Señor Jesucristo, inmolado por la salvación de la humanidad. Es muy poco lo que los evangelios nos informan de este personaje, aún siendo un pagano y alto funcionario de un gobierno imperial, invasor de Israel, que tienen fama de ser sanguinarios y crueles con sus detractores y enemigos. Sin embargo la Biblia ha perpetuado su memoria: y no solo eso su nombre esta íntimamente ligado a la historia de la Iglesia Cristiana en su más acabada y fundamental declaración de fe, cuando cada vez que proclamamos nuestras creencias en la liturgia declaramos en el Credo Apostólico: “Padeció bajo el poder de Poncio Pilato”.

La historia secular nos informa que fue designado Procurador de Judea en el año 26 d.c. y que se mantuvo en el cargo por unos diez años consecutivos. El cargo era dentro del esquema imperial romano, de un nivel medio, y su procuraduría era de menor nivel aun pues Judea era una lejana, pequeña y oscura provincia romana. Pareciera más bien que su nombramiento era un castigo que un gracioso reconocimiento. Seguramente fue objeto de las abundantes intrigas de la Corte Imperial de Tiberio Augusto, tan comunes en esa época. Pilato tenía su palacio en Cesárea; los relatos bíblicos lo ubican sin embargo en Jerusalén. Es posible pensar que su traslado se debió a la necesidad de estar más vigilantes de las conductas Judías durante los días del festival de la Pascua, que era para los Israelitas el día de su fiesta nacional que recordaba la liberación de la esclavitud en Egipto y su independencia nacional, y que atraía a millares de peregrinos desde todos los confines de la diáspora. Particularmente peligrosos eran los llamados Celotes – que se esforzaban por liberar su patria Judía de la opresión del yugo romano- podría llegar a una culminación aprovechando la concentración internacional por causa de la Pascua. Pilato fue un hombre duro y despiadado. La represión sangrienta de ciertas demostraciones de patriotismo ocurridas en Samaria en el año 36 le costó su destitución.

Los relatos del Evangelio nos presentan un Pilato confundido y sin saber qué hacer con Jesús el Cristo. Es de suponer que aún siendo joven se acostumbró a las brutalidades del circo romano. Una puñalada en el corazón del gladiador vencido producía un exquisito placer en las multitudes ávidas de sangre, la misma alegría que electriza a la vociferante hinchada en un partido de fútbol, al ser vencida la portería del arco contrario.
Teniendo en cuenta esta realidad, ¿A qué se debió la actitud vacilante de Pilato? ¿Qué lo movía en su intento de salvar a Jesús? ¿Porqué tenia escrúpulos en matar o enviar un hombre más a la muerte?. Este hombre que no respetaba ningún derecho de sus congéneres y menos de los odiados y despreciados vencidos, y menos que sintiera compasión por el sufrimiento de los demás, sintió temor ante un desconocido. Jesús se le presenta como un hombre fuera de lo común, su vacilación se acrecentó con los temores de su mujer: “Y estando él sentado en el tribunal, su mujer le mandó decir: «No tengas nada que ver con ese justo, porque hoy he padecido mucho en sueños por causa de él” Mateo 27: 19. La tradición cristiana afirma que Claudia Procla, la esposa de Pilato, se convirtió y llego a ser cristiana y aún fue canonizada por la Iglesia Oriental. Al parecer Pilato nunca llegó a ser cristiano.

Después de denodados esfuerzos, de un hombre que tenía en sus manos toda la autoridad y el poder para salvar a Jesús sin escándalo internacionales que perjudicaran sus intereses personales, Pilato quiso quedar bien con la multitud y con su conciencia: “Se lavó las manos”. Con este vano gesto intento y esperó liberarse de la responsabilidad por la muerte de un hombre santo e inocente que actuaba como si fuera el mismo Dios.

Tal como Pilato el hombre de nuestra época, también tiene que definirse frente a Jesucristo. Ni aun los más crueles, los más autoritarios o arrogantes -por la acumulación de riquezas, cultura, maldad o poder- pueden diferenciarse ante él. El dilema de Pilato: ¿Qué hacer con Jesús llamado el Cristo?; cobra cada día mayor vigencia sobre todo en la situación actual y conflictiva en que vive el hombre contemporáneo. El hombre más encumbrado sabe que va a morir irremisiblemente. Después de dos mil años, Jesucristo sigue siendo el que abre la puerta hacia lo desconocido y aun aquéllos a quienes no les tiembla la mano para arrancar la vida a millares de inocentes, siente temor cuando tienen que enfrentar su propia muerte que vendrá algún día a llevárselos. ¡Cuántos desearían que Jesucristo nunca hubiera nacido, ni predicado!. Sus enseñanzas no sólo ofrecen respuestas a la tétrica pregunta sobre la muerte. También ofrecen respuestas a la inquietante pregunta sobre la vida en justa convivencia humana. Después de dos mil años, el Evangelio de Jesucristo continúa golpeando las conciencias de los que practican y fomentan la deshumanización de las relaciones humanas – aun cuando éstos se denominen a sí mismo cristianos-; su doctrina continua golpeando las conciencias de los que practican y siembran la injusticia, la inmoralidad, el odio y las envidias.

No es posible hoy lavarse las manos ante Jesucristo – ni ayer ni hoy -, hay que tomar una decisión ante él y existen sólo dos posibilidades: Aceptarlo o rechazarlo. Pilato se lavó las manos y no entro a la compañía del Señor; hoy muchos se lavan las manos ante el hecho de Jesucristo y sin embargo se consideran cristianos. ¿No es más honesta la actitud de Pilato? A Cristo se le acepta o se le rechaza como Señor y Salvador del Mundo y de tú y mí vida, con todas las implicancias que eso significa y acarrea, no existen los términos medios. El mismo lo aclara cuando nos dice: “Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. ¡Ojala fueses frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitare de mi boca” Apoc. 3: 15-16

Dice Jesús que la vida tiene sólo dos caminos: el ancho y el estrecho. El primero nos conduce a la perdición, el segundo a la vida eterna. (Mateo 7: 13-14) El gran filosofo Blas Pascal lo expresa de esta manera: “La vida es una apuesta, todos tenemos que apostar y lo que arriesgamos es la vida misma. Sólo existen dos opciones: Apostar a Dios o contra Dios. Si apostamos a que Dios es real y no existe nada después de la muerte, nada perdemos. Pero si apostamos a que Dios no es y perdemos la apuesta, con ello perdemos la eternidad”. El temor a lo desconocido, a la muerte, puede ser un elemento muy positivo para humanizar la vida, además de los beneficios del más allá. A los pensamientos de Pascal podemos añadir que a fe cristiana no solo ayuda a morir bien, nos permite vivir mejor, a nosotros y a los demás. Jesús dijo: “Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia” San Juan 10:10.

Cuando no se respeta la vida, como en el caso de Pilato, sólo el temor a la muerte y sus consecuencias eternas pueden sembrar la vacilación en los actores del drama de nuestros tiempos. Es necesario recordar a cada momento que todos nosotros vamos a morir y que tendremos que dar cuentas al Eterno. Cuando perdemos la conciencia sobre esta verdad, cuando dejamos de mirar a la Cruz y a la tumba vacía en que Cristo estuvo tres días, cuando perdemos la conciencia de nuestra culpa, e ignoramos la verdad revelada en las Escrituras suele ocurrir que nos precipitamos por una pendiente de desprecio por la vida. El hombre de este iniciado siglo XXI necesita con urgencia ubicarse frente al dilema de Pilato. No podemos seguir lavándonos las manos, sino que debemos asumir la sabia actitud de la mujer de Pilato, Claudia Procla; “…he padecido mucho por este justo”, es decir confesar y seguir a Jesucristo como nuestro único Señor y Salvador.

En este día de Pascua del año 2011; no estamos haciendo una conferencia de historia, deseamos transmitir, comunicar la vida de Cristo, por eso me atrevo a preguntarme a mí mismo y preguntarles a ustedes, algo crucial, lo mismo que le preguntaron hace dos mío años a Pilato: “¿Qué harás con Jesús llamado el Cristo?.

Rev. Juan Wehrli Romo-Pastor Luterano Director Oficina Nacional de Asuntos Religiosos (ONAR)