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Las exigencias de Cristo III: Venid a Mi

Las exigencias de Cristo: “Venid a mi”, III  parte

Andrés Casanueva  (Miembro de:  directorio de Sociedad Bíblica Chilena,  Comisión To Every Nation, Hosanna, NAMS)

 


Recordemos que la primera exigencia de Cristo al mundo es “nacer de nuevo”; la segunda es “arrepentirse” y la tercera que estudiaremos a continuación es “vengan a mi”. Textos claves para entender algunas implicancias de esta exigencia los encontramos en Mateo 11: 28; Juan 5: 40; 6: 35 y 7: 37, por mencionar algunos.

 

La lógica de esta secuencia comienza con el hecho de que cuando una persona vuelve a nacer y experimenta el arrepentimiento, su actitud hacia Jesús cambia. Jesús se convierte en punto central y valor supremo de su vida. Sin embargo hoy en día vemos a muchos que se autodefinen como creyentes, cristianos, evangélicos o hijos de Dios, y algunos que incluso “hablan en su nombre”, la presencia de Jesús en sus vidas es sólo tangencial. Cristo pasa a ser un elemento más en el abanico de sus vidas y relaciones. Realmente el Hijo de Dios parece ser el copiloto de sus vidas, pero no ocupa el lugar del piloto, de Aquel que dirige sus vidas por completo. Como iglesia al fin parece que hemos abusado del concepto de Cristo como Salvador, relegando completamente su rol como Señor.

 

Lo anterior me lleva a preguntar honesta y radicalmente, cuando una persona nace de nuevo, acepta a Jesús, ¿Cambia algo en su vida? ¿Qué cosas cambian? ¿Qué es lo más importante en ese cambio? ¿Puede seguir viviendo una vida igual que antes?

 

Antes que el nuevo nacimiento ocurra muchas cosas parecen más importantes y atractivas: salud, familia, trabajo, amigos, deporte, música, comida, sexo, aflicciones, jubilación, etc ¿Siguen teniendo el mismo valor estas cosas para una persona que nace de nuevo?

 

Pero cuando Dios concede el cambio radical del nuevo nacimiento y arrepentimiento, Jesús se convierte en nuestro tesoro supremo. ¿Recuerdan la historia contada por Jesús de aquel hombre que encontró una perla de gran valor? El hombre da un valor inferior a todo lo que le rodea, lo que ha logrado, lo que tiene, frente a esta perla de valor excelso. Jesús es esa perla de valor supremo, y nada se le compara. ¿Es esa una realidad en la vida de los creyentes hoy?

 

Es verdad, Jesús exige “Vengan a mi”. Para los cristianos del siglo 21, esta exigencia, ¿es una carga?¿de qué manera lo es?. Pero Jesús nos recuerda que su yugo es fácil y ligera su carga. Por tanto, su exigencia de que vayamos a Él no es ni debería ser una carga. Significa ir a quien se ha convertido en todo para nosotros. Jesús no vino a traer una nueva religión, sino a ofrecerse a sí mismo incluso hasta la muerte, justamente para llevar nuestras cargas, para descansar en él a partir de nuestra vida acá, y por la eternidad.

Cuando Jesús veía las religiones del mundo (incluido el judaísmo de su época) ve a personas que trabajan bajo cargas pesadas para ganarse el favor de sus deidades en las que creen. Jesús no vino a sustituir esa pesada carga por otra, sino que vino a quitarla y nos dice que vayamos a Él para descansar de dicha carga, y recibir descanso (Mateo 11: 28-30).

Entonces, ¿Hay una carga, un yugo en el cristianismo? Aunque parezca contradictorio con lo anterior, sí la hay. Pero no malentiendan, HAY un yugo y una carga cuando vamos a Jesús (si no, no habría exigencias), pero el yugo es fácil y ligera la carga. La carga no es Jesús (Mateo 7: 14)

La razón por la que es difícil entender y recoger esta exigencia de manera profunda, haciéndola carne en nuestra vida cotidiana, no es porque Jesús sea muy estricto y exigente, sino porque el mundo es un lugar difícil para poder disfrutar a Jesús por encima de todo. Nuestra propia tendencia suicida de disfrutar más de otras cosas debe ser aplastada durante nuestro caminar en pos del Maestro (Mateo 5: 29-30) a partir de la negación de nosotros mismos.

Un problema serio que muchas veces atenta con el hecho de que un cristiano pueda disfrutar con gozo de su vida en el mundo en que vivimos, además de nuestro propio pecado, es que muchas personas se enojan por que no amamos  lo que ellos aman, por eso la advertencia de Jesús (Lucas 21: 16-17).

Pero insistimos que Jesús no es una carga. Cuando venimos a Cristo, él es quien quita la carga, satisface el alma y da la vida (Juan 7: 37). Ir a Jesús significa entonces ir a beber. Y el agua que bebemos en comunión con él da vida eterna (Juan 4: 14). La exigencia de ir a Jesús significa ir a la fuente de vida y beber de ella desde ahora y por la eternidad.

Un pensador dijo que Dios no arrastra, sino que atrae. Jesús nos atrae además con promesa de pan que sustenta (Juan 6: 35), pues es el pan del cielo, la fuente y esencia de la vida eterna. Nos atrae con la promesa de salvarnos (Juan 3:16). La exigencia de que vayamos a él es como la de un padre que le grita a un hijo en una ventana de una casa que se está incendiando “Salta a mi”. No sólo nos quiere cobijar y proteger, sino también salvar. Y sólo en él podemos encontrar resguardo seguro. Claro está que nada podemos hacer para salvarnos a nosotros mismos, a no ser que saltemos a los brazos protectores y salvíficos del Padre.

Pero la tragedia del pecado (ceguera espiritual) es que las personas no vienen a él (Mateo 23: 37; Juan 5: 39-40). Decía un pensador anónimo, que el ateísmo tiene dos caras: no sólo rechaza a Dios sino que está dispuesto a vivir con las consecuencias. Y es efectivamente lo que vemos de la gente que no quieren venir a Cristo: le rechazan, e inconcebiblemente están dispuestos a vivir sin sentido, y ciertamente a morir eternamente como consecuencia.

 

Una pregunta relevante hoy en día, frente a lo que hemos expuesto es ¿por qué las personas no viene a Jesús? La respuesta más evidente es ¡Por que se niegan a venir! (las personas no quieren venir).Algunos dicen que es por voluntad propia. Jesús diría que es la elección por una voluntad esclavizada al pecado (Juan 8: 34), que no vienen por que están esclavizadas a su preferencia por otras cosas (Juan 3: 19-20).

¿Cómo entonces puede alguien venir si estamos esclavizados al pecado y muertos espiritualmente? La respuesta de Jesús es que Dios en su gran misericordia, vence nuestra resistencia y nos atrae (Juan 6: 44; 6: 65). Dios otorga el don del nuevo nacimiento (Exigencia # 1) y arrepentimiento (Exigencia # 2), que abre los ojos de los que están ciegos espiritualmente a la verdad y la belleza de él. Cuando esto pasa, las objeciones suicidas caen. Al fin somos libres, y libres de la esclavitud, venimos a Él. Jesús grita frente a la tumba de nuestras vidas, así como frente a la tumba de Lázaro, “Andrés, ven fuera”. Libérate de la esclavitud del pecado que conduce a la muerte, sal de allí y ven a mi.

Jesús vino al mundo a reunir a todo su rebaño (Juan 11: 52). Él ofrece su vida por ellos y exige que ellos vengan a él. Aunque él llora por los que no vienen, su propósito no se frustra. Logra reunir un pueblo para él (Juan 10: 16). Podemos decir con certeza que ellos vendrán.

Cuando oigas la voz de Jesús decir: “Ven a mi”, ora para que Dios te dé ojos para ver a Jesús de una manera irresistible, verdadero y hermoso. Ora para que escuches esta exigencia igual que Lázaro, quien estaba muerto y salió de la tumba (Juan 11: 43-44).

 

Cuando vengas a Jesús de esta manera, nunca dejarás de alabarlo, ahora vivo, y darle gracias por su gracia soberana. Te escogió a ti, y te llamó. Él pasará a ser el tesoro de valor supremo en tu vida, y considerarás todo lo demás, al igual que Pablo, como estiércol digno de desechar.

(adaptado de “Lo que Jesús exige del mundo” de J. Piper y complementado con Mac Arthur, Pink, Tolopilo, Strong, McGee, Johnson, Stott, Packer, Bonhoefer, Lewis y otros, junto a estudios del autor)