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Las exigencias de Cristo, Exigencia II

Las exigencias de Cristo: Exigencia # 2

 

Andrés Casanueva  (Miembro de:  directorio de Sociedad Bíblica Chilena,  Comisión To Every Nation, Hosanna, NAMS)

 

La primera exigencia de Cristo que hemos estudiado, es nacer de nuevo. Y sin duda es la que nos permite comenzar a caminar como hijos de Dios, a partir de un momento de intimidad entre Dios y cada uno de nosotros. La segunda, que estudiaremos ahora es más pública, o al menos es demandada por Cristo como la primera exigencia de su ministerio público que es “arrepiéntanse”. Y ciertamente que es un mandato expresado a toda persona dispuesta a escucharlo. Junto a ello esta exigencia es un llamado al cambio radical interior hacia Dios pero también hacia los hombres.

 

¿Qué es arrepentimiento?

El arrepentimiento no es sólo la pena o tristeza por haber pecado o hecho algo reprobable, y como consecuencia ir mejorando paulatinamente nuestra conducta. El arrepentimiento es más un cambio interno tanto de la mente como del corazón, que logra hacer que cambiemos integralmente de dirección en nuestras vidas.

 

La palabra griega que se usa para expresar arrepentimiento, es metanoeo la cual está constituida por dos partes: Meta que en resumen y en forma sencilla significa movimiento o cambio, traspaso, o secuencia de una cosa a otra;  Noeo que se refiere a la mente, pensamientos, percepciones, disposiciones o propósitos de la persona. Esta última palabra viene de Nous que expresa pensamiento, sentimiento o voluntad.

 

Por tanto, el significado práctico de arrepentirse (que es el llamado de Jesús) entonces es experimentar un cambio en las percepciones, disposiciones y propósitos de la mente que afectan nuestra voluntad.

 

Por ejemplo, en Lucas 3.8 “Produzcan frutos dignos de arrepentimiento…” (RVC), Juan el Bautista describe la relación entre arrepentimiento y nueva conducta. Luego da ejemplos en Lucas 3.11 diciendo “El que tenga dos túnicas, comparta una con el que no tiene ninguna, y el que tenga comida haga lo mismo” (RVC). Esto significa que arrepentirse es lo que sucede dentro de nosotros, pero que luego tiene expresiones exteriores y concretas.

 

Es el cambio interno el que conduce a los frutos de la nueva conducta. El arrepentimiento no son las nuevas acciones, sino el cambio interior que produce el fruto de las nuevas acciones. Y Jesús siguiendo lo expresado por Juan el Bautista, exige más adelante que experimentemos este cambio interior.

 

El carácter del arrepentimiento que Jesús exige es radical: es un vuelco, un retorno completo (como la parábola contada en Lucas 15.11-24). Ahora bien, reconociendo que no tengo ningún derecho ante Dios, y por tanto ni debo tratar de justificarme  para recibir la misericordia de Dios, es que el arrepentimiento cobra sentido pues me redirecciona en un cambio real, profundo, total y completo primeramente ante Dios mismo y desde mi interior.

 

El arrepentimiento en el Nuevo Testamento viene del concepto del Antiguo Testamento, donde no era una cuestión simplemente de lamentar o cambiar de pensamiento, sino hacer un vuelco completo en todos los aspectos de la vida, produciendo incluso una total alteración de la motivación básica. Eso nos lleva a meditar en el porqué hacemos las cosas. Normalmente es para satisfacernos a nosotros mismos. Por tanto, el cambio se daría cuando todo lo que quiero hacer es para satisfacer a Dios. La dirección de la vida del individuo que antes apuntaba a sí mismo, ahora apunta hacia Dios. De hecho uno de los conceptos que encierra la palabra que traducimos como pecado, significa también errar el blanco.

 

Por ello que para una conversión genuina es absolutamente necesario el arrepentimiento. La misma palabra metanoia, traducida normalmente como arrepentimiento, sería mejor traducida como conversión en muchos contextos de la Palabra de Dios.

 

Por otra parte, el llamado al arrepentimiento va acompañado de la promesa del perdón. Es darse vuelta, volver, retornar (epistrefo en el griego) como lo hizo el hijo pródigo. Así en varios pasajes del Nuevo Testamento las palabras en griego metanoeo y epistrefo que se traducen como arrepentirse, indican por una parte alejarse (del pecado) y por otra volverse (hacia Dios). Tienen a la vez ambas implicancias, lo que es de sumo relevante.

 

¿Por qué es necesaria esta exigencia de Jesús?

Porque somos los pecadores a quienes llama Cristo ( “Yo no he venido a llamar al arrepentimiento a los justos, sino a los pecadores” Lucas 5.32 RVC) y al ser pecadores estamos muertos ( “Porque la paga del pecado es muerte…” Romanos 6.23 RVC), y por tanto estamos perdidos, si es que dependemos de nuestra propia rectitud o voluntad.

 

¿Qué opinaba Jesús sobre el pecado? Lucas 15.13 dice sobre el hijo que abandona a su padre luego que éste le ha entregado la herencia en vida “Unos días después, el hijo menor juntó todas sus cosas y se fue lejos, a una provincia apartada, y allí dilapidó sus bienes llevando una vida disipada” (RVC), y el versículo 30 recoge la queja del hijo mayor sobre el mismo hecho “Pero ahora viene este hijo tuyo, que ha malgastado tus bienes con rameras,…” (RVC). Evidentemente Jesús nos hace considerar que el pecado nos lleva a vivir perdidamente y a malgastar nuestras vidas y hasta nuestros bienes en forma inconsciente.

 

Pero luego nos hace ver que cuando el hijo prodigo se arrepiente interiormente ( “Y el hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y no soy digno ya de ser llamado tu hijo” Lucas 15.21 RVC) se produce un acto sin igual de gracia, ternura y amor paternal. Es sólo el amor del padre que aplaca la ira justa producida por el pecado, que de otra forma sólo llevaría a la muerte al pecador. Si, el pecado es absolutamente grave, pero la respuesta del padre ante el arrepentimiento del pecador, es amor perdonador.

 

Por tanto, desperdiciar la vida viviendo perdidamente y con rameras no sólo es humanamente hiriente; es una ofensa contra el cielo, osea, contra Dios. Esa es la naturaleza fundamental del pecado. Es una ofensa contra Dios. Y eso es lo que lo hace más grave. Y ante ella sólo queda arrepentirse.

 

Lo vemos nuevamente en la forma en que Jesús enseña a orar a sus discípulos. Les dijo que debían orar pidiendo perdón basados en que ellos mismo perdonaban ( “Perdona nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben” Lucas 11.4 RVC). En otras palabras, los pecados que Dios perdona se comparan con los pecados que las personas cometen contra nosotros y se les da el nombre de deudas.

 

Por tanto, Jesús opinaba que el pecado deshonra a Dios y nos pone en deuda para reestablecer el honor divino que nosotros difamamos mediante nuestra conducta o actitud denigrante hacia él. Luego veremos como esa deuda la paga Jesús mismo ( “Porque ni siquiera el Hijo del hombre vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos” Marcos 10.45 RVC).  Jesús vino para pagar el rescate por todos. Pero para disfrutar de ese don, él dice y exige que antes debemos arrepentirnos.

 

Como expresa Piper, arrepentirse significa experimentar un cambio de mentalidad para que podamos ver a Dios como verdadero, hermoso y digno de toda nuestra alabanza y de toda nuestra obediencia. Este cambio de mentalidad incluye la forma en que vemos a Jesús ( “Si su padre fuera Dios ciertamente me amarían…” Juan 8.42 RVC). Ver a Dios con una nueva mentalidad incluye ver a Jesús con una mentalidad renovada.

 

Pero, ¿es todo lo anterior sólo válido para los cristianos?

 

En verdad, nadie queda fuera de la exigencia de Jesús al arrepentimiento. No es sólo una exigencia para los hijos de Dios. Ante la necesidad universal de perdón, Jesús plantea la exigencia universal de arrepentimiento que es general tanto para sus seguidores como para quienes no le siguen (Lucas 13.1-4). Lo que Jesús llama la atención es en el hecho de que no pensemos que los desastres significan que algunas personas son pecadoras necesitadas de arrepentimiento y otras no. Es allí donde Jesús aprovecha para decirles “… Y si ustedes no se arrepienten, también morirán como ellos” (Lucas 13.5 RVC). Más bien y queda claro en el contexto, que todas necesitan arrepentirse. De la misma manera que todas necesitan nacer de nuevo para estar vivos (“No te maravilles que te dije que es necesario que ustedes nazcan de nuevo.” Juan 3.7 RVC), todas deben arrepentirse porque son pecadoras.

 

Cuando Jesús dijo “Yo no he venido a llamar al arrepentimiento a los justos, sino a los pecadores” (Lucas 5:32 RVC), no quiso decir que hay personas que sean tan buenas que no necesitan de arrepentimiento. El quiso decir que algunas personas PIENSAN que son buenas (“A unos que a sí mismos se consideraban justos y menospreciaban a los demás…” Lucas 18:9 RVC) y otras ya se han arrepentido y se han arreglado con Dios. Veamos un par de ejemplos en el Nuevo Testamento. En Lucas 10.29 tenemos a un interprete de la ley (digamos, un maestro que impartía enseñanzas entre los judíos) que deseaba justificarse a sí mismo, mientras que en Lucas 18: 13-14 tenemos a un publicano (aquel cobrador de impuestos, despreciado como traidor a su raza y religión por los judíos, por estar tan lejos de Dios, según su perspectiva religiosa) se golpeaba el pecho con arrepentimiento y sincera humildad, y reconociendo no sólo su realidad, sino su lejanía de Dios. Pero éste  descendió a su casa justificado (por Dios mismo, conforme lo asegura Jesús) dice la Biblia.

 

¿Por qué esta exigencia de arrepentimiento se hace tan urgente?

 

Por que como vemos advertido una y otra vez en las palabras de Juan el Bautista, en las enseñanzas de Jesús, en las páginas todas del Nuevo Testamento de principio a fin, el juicio está llegando. Y como vemos, nadie queda excluido ni del juicio ni de la exigencia. Todos necesitamos de arrepentimiento y la necesidad es urgente porque el juicio es inminente: el juicio de Dios caerá sobre los que no se arrepienten (“En el juicio, los habitantes de Nínive se levantarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos se arrepintieron por la predicación de Jonás…” Mateo 12.41 RVC). Si no nos arrepentimos, expresa la Biblia “Hay de ti” (Mateo 11.21ª RVC)

 

Esta exigencia es central con respecto al reino de Dios (“… El tiempo de Dios se ha cumplido, y el Reino de Dios se ha acercado. ¡Arrepiéntanse, y crean en el Evangelio!” Marcos 1.15 RVC). Piper lo expresa de la siguiente forma “La exigencia de arrepentirse se basa en el misericordioso ofrecimiento que está presente de perdonar y en la misericordiosa advertencia de que un día aquellas personas que rechacen el ofrecimiento perecerán en el juicio de Dios”.

 

¿Y Cuál es el rol de la iglesia con respecto a la exigencia universal de arrepentimiento?

 

Después de haber resucitado de los muertos, Jesús se aseguró que sus apóstoles continuarían el llamado de arrepentimiento por todo el mundo (“Y les dijo: “Así está escrito, y así era necesario, que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos al tercer día, y que en su nombre se predicara  el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando por Jerusalén”. Lucas 24.46-47 RVC), por lo que la exigencia de Jesús es para extensiva para toda la iglesia en todo el mundo en todos los tiempos para alcanzar a todas las naciones.

Esta es la exigencia de Cristo a todas las personas: Arrepiéntanse. Cambien desde lo más profundo. Sustituyan todas las percepciones, disposiciones y propósitos que deshonran a Dios y denigran a Cristo con otras que atesoren a Dios y exalten a Cristo.

 

Y ese sigue siendo el llamado de la iglesia al mundo, tu llamado a tu vecino: “arrepiéntete para ser perdonado”. Y es el llamado de Cristo a su iglesia, “lleva el mensaje de arrepentimiento para que yo les perdone”. ¿Lo estamos cumpliendo? ¿O debemos también arrepentirnos de ello?.

 

(adaptado de “Lo que Jesús exige del mundo” de J. Piper y complementado con Mac Arthur, Pink, Tolopilo